Apuntes


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Por: Florencio Salazar Adame

Me han preguntado cuáles serían mis recomendaciones “para tener éxito en la política”. Ofreceré algunas respuestas, a vuelo de pájaro.

El fin supremo del oficiante de la política es acceder al poder para servir a la sociedad.

Los elogios desmedidos suelen molestar hasta al elogiado. El elogio debe ser tiro de precisión: rápido, certero y oportuno. Claudio, ante la amenazante presencia, se arrodilló frente a Calígula y le dijo que era un dios, salvando así la vida. No confundir, ese fue un acto de astucia.

Desconfiar de los obsecuentes y cerrar los oídos a los que usan la mentira como método. Ante estos infaltables, los Césares eran acompañados por quienes tenían como tarea tocarles el hombro y advertirles: “Recuerda que eres humano”.

La simulación pervierte la política porque encubre falsos compromisos para satisfacer apetitos personales. Aparentar cumplir tareas, falsear informes, resolver conflictos creados artificialmente o victimizarse para ser objeto de conmiseración, puede arrojar resultados temporales. Tarde o temprano los hechos serán tan elocuentes como una pirámide.

La formación política es una profesión. Acortar distancias conduce a la improvisación y frecuentemente al fracaso. Las tareas se cumplen: importan los buenos resultados. Los políticos hechos de la noche a la mañana no perduran. Los que perviven son aquellos a los que se reconoce por su eficacia y compromiso.

Un político debe estar siempre al día. Solo puede influir en los demás quien conoce la materia prima del conocimiento, que es la realidad. Además, saber conjugar los tiempos fundamentales: la historia, la situación actual y su perspectiva, es decir, el proceso; teniendo oídos abiertos, ojos atentos y palabras cuidadas. Recordar: “Si la palabra mueve, el ejemplo arrastra”.

La disciplina es indispensable para obtener los mejores resultados. El soporte del trabajo productivo, de las nuevas habilidades y del conocimiento es la puntualidad. Con disciplina y puntualidad se definen programas, acciones, equipos. Don Manuel Garza González dijo que: “la disciplina política es más dura que la militar”, y es verdad.

Los equipos políticos son producto de afinidades y circunstancias. Las afinidades tienen que ver con los principios, las convicciones; las circunstancias suelen ser coyunturales. Un equipo político se construye para adquirir el poder, o ejercerlo, con el propósito de mejorar las condiciones de la sociedad. La política no es de lobos esteparios ni club de merolicos.

Todo lo que se haga en la vida y, por supuesto en la política, debe estar respaldado por la ética de la lealtad. Quienes procuran equiparar deslealtad con ruptura pretenden justificarse. La esencia de la deslealtad es la ambición y el vacío de principios.

La lealtad siempre es de doble vía. La ruptura puede producirse como consecuencia de la pérdida de confianza y el extravío de las convicciones. Pero el político profesional siempre debe tener reserva sobre los asuntos que le son conocidos y aquellos que le han sido confiados; lo contrario, es traicionarse así mismo. Demerita al político criticar al exjefe (en público) y no haber criticado al jefe (en privado).

En las buenas y, sobre todo, en las malas, hay que ser leal a las convicciones, las instituciones y al jefe que se sirve. El fin no justifica los medios. Han pasado siglos y Joseph Fouché sigue siendo el símbolo de la traición y la deslealtad.

No deseo el éxito a ningún político, porque el éxito tiene que ver con la vida líquida de la que habla Bauman: acomodar la forma a las circunstancias, disfrutar de lo efímero. Lograr metas con esfuerzo significa conocimiento, aprendizaje constante, compromiso sin tregua.

Ojalá haya más políticos hechos y derechos. Más aire fresco.

Periódico Pueblo Guerrero