Guerrosos


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Florencio Salazar Adame 

 

Debemos reconocer que Guerrero es un estado subsidiado. La economía gira en torno al presupuesto público y todos quieren su pedazo de pastel a través de empleo, becas, concesiones o contratos. El asistencialismo ha sido la principal política pública. En medio de los conflictos de esta entidad guerrosa apaciguar los ánimos ha sido más eficaz para la gobernabilidad, que el empoderamiento ciudadano y el desarrollo.

El Sur carece de un empresariado significativo. La mayor parte de él, principalmente del sector servicios, está integrado por gerentes de corporaciones domiciliadas fiscalmente en otras entidades. Lo anterior significa que en Guerrero no tenemos el motor generador de empleos suficientes y remunerados. Para colmo, aquí las grandes empresas hoteleras sólo pagan sus licencias de funcionamiento, no así impuestos. Necesariamente la recaudación fiscal es débil.

El gobernador José Francisco Ruiz Massieu me invitó a una reunión (1988), en el Centro de Convenciones de Acapulco con empresarios. Cuando llegamos al lugar había unos 200 de ellos. Ruiz Massieu expuso el proyecto de la construcción de la autopista, vital para Acapulco, pues ya había pasado la época del puerto como atractivo internacional. Puntualmente, señaló que se debería atraer al turismo del altiplano, al de carretera. De lo contrario, Acapulco estaría en el desierto.

El entonces gobernador Ruiz Massieu informó que el proyecto costaría miles de millones de pesos. Y le parecía que su insistencia ante el Presidente Salinas debería ir acompañada de algún aporte de los empresarios porteños, “de una cantidad simbólica que, además, será inversión ya que recibirán acciones que tendrán más valor en el futuro”. Elocuente como era, pidió la opinión de los asistentes. La respuesta del empresariado acapulqueño fue un bloque de hielo sobre su cabeza; de absoluto silencio. Nadie, nadie,  nadie, dijo esta es boca es mía. Él dio las gracias y se retiró acompañado de Rubén Figueroa, Israel Soberanis y por mí. Nunca lo vi apesadumbrado como en esa ocasión.

En Guerrero vivimos en un círculo vicioso. No hacemos lo necesario: esperamos recibir apoyos y cuando estos llegan aguantamos hasta el siguiente ciclo. Decir que este comportamiento es por el atraso histórico parece una cantaleta para justificar el cúmulo de males que padecemos. Sin embargo, los hechos atosigan. A propósito de la reciente creación de Guerrero el estado se recuerda como panorama desolador.  Manuel Orozco y Berra recogió para su Diccionario Universal: “si bien todos invocan el progreso a futuro que les brindará el nuevo Estado para poder salir de la miseria y la barbarie se menciona una geografía abrupta que deja a los hombres en el atraso social”.

En efecto, el panorama desolador lo conformaban las siguientes condiciones, según los datos del referido Diccionario Universal:

1.- Una educación inexistente, sin maestros ni escuelas.

2.- Una economía debilitada, con un puerto y unas minas mucho menos prósperas que antaño, y sin más industrias que telares y jaboneras locales.

3.- Una producción agrícola de autoconsumo y sin mercado.

4.- Una pésima distribución de la riqueza que se plasma a través del despojo de las tierras por los hacendados.

5.- Una situación de violencia y luchas raciales que se manifiesta en constantes alzamientos de los nativos.

“Es probable que el Sur –continúa el DU–, haya sido mal administrado por Toluca (capital de entonces) y por el gobierno nacional, pero los habitantes del Sur también se rehusaron a prestar obediencia a las autoridades estatales y nacionales, prefiriendo ejercer sus derechos políticos a través de caudillos todopoderosos que se rodearon de clientelas fieles y adictas” (Separación del Sur, Gerald L Mc.Gowan, Gobierno del Estado de Guerrero, 2ª Ed. 2018).

Estos testimonios demuestran porqué tenemos una sociedad subsidiada, instituciones débiles y, por ello, riesgos constantes de gobernabilidad. Desde 1849, los gobiernos se han dedicado a administrar conflictos y el mayor logro de los gobernadores ha sido concluir su periodo. El desarrollo es tema de planes y discursos, pero en rigor su impulso es deber del gobierno federal. Hasta ahora, salvo por la modernización de Acapulco del ex presidente Miguel Alemán, la Comisión del Río Balsas con Lázaro Cárdenas y la dupla Ruiz Massieu-Salinas de Gortari, Guerrero ha sido visto como el gansito feo de la federación.

Para agregarle otra cuenta al rosario, está el  Programa Federal de Fertilizante Gratuito que, debiendo ser recibido con beneplácito por los campesinos, es fuente de conflictos. Es deseable mejorar las reglas de operación para evitar abusos, sin pretender estándares de productores texanos. Exigir a la población indígena incorporarse al programa mediante aplicaciones digitales y acreditar la legal posesión de la tierra es ignorar la vida rural. Suponer que todos los campesinos posean un celular es desconocer que el 23% vive en pobreza extrema (Coneval, 2016) y que solo el 30.4% de la población accede al internet (Inegi, 2016). Respecto a la posesión de la tierra hay dos factores que pueden incidir en la falta de documentos: no haber participado en el  programa voluntario de certificación de la propiedad social (PROCEDE), o ser avecindados con parcelas cedidas por el núcleo rural sin derechos agrarios.

Está demostrado que ha aumentado la producción maicera (5o. lugar nacional con 1.2 millones de toneladas), contraviniendo la afirmación del secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Manuel Villalobos. Posiblemente el incremento deseable no se ha obtenido por las razones expuestas por el Dr. Octavio Klimek: aplicación del mismo fertilizante en suelos ácidos y alcalinos con resultados distintos o en grandes cantidades del insumo en tierras de temporal. Tiene razón el científico chilpancingueño al afirmar que hay que “Medir la fertilidad del suelo. Se mide poco la tierra a nivel de parcelas. Hacen falta laboratorios para ello”. (El Sur, 22 de junio, 2019).

Las soluciones sin conocimiento de causas provocan reacciones alérgicas. Los motivos de la  protesta social por la dilación en la entrega de fertilizante no hay que buscarla en donde no existe. El gobernador Héctor Astudillo ha gestionado hasta la saciedad su oportuna y correcta aplicación. Los responsables de la planeación y ejecución del programa deberían tener la humildad de reconocer las fallas en esta entrega por la inexperiencia en la ejecución del programa. Los errores son comprensibles. Lo que no es comprensible es la falta de sensibilidad.

Y luego se preguntan por qué el guerrerense es guerroso.

Nota de la Redacción: A partir de esta entrega, las colaboraciones del autor se publicarán quincenalmente.

El Sur